5 ene 2010

TEST DEL REINCIDENTE INVOLUNTARIO

Materiales: una hoja y un lápiz

Modo de análisis: opción 1 :3 ptos opción 2 :2 ptos opción 3:1 pto

Respuestas: sumá tus puntos, ya te diremos qué hacer... *

EN TU CASA

1. Perdés algo: lo buscás por toda la casa y no lo encontrás ¿cómo reaccionás?

0 Te repetís: qué pelotudo! Pero, qué pelotudo! Pero, qué reverendo pelotudo!
0 Te bajás toda la heladera de un saque
0 Contás hasta diez y te vas a tomar un tinto

2. Cuando perdés algo y no lo encontrás pero sin embargo encontrás algo que habías perdido hace dos años ¿cómo reaccionás?

0 Te repetís: qué pelotudo! Pero, qué pelotudo! Mirá dónde carajo lo vine a meter!
0 Lo dejás en algún lado y te volvés a olvidar dónde lo pusiste
0 Se lo regalás a tu mamá

EN EL SUPERMERCADO
3. Vas al supermercado y te cobran de más. Vas al otro día y te afanás algo a modo de venganza. Cuando llegás a tu casa con el botín qué decís:
0 Buenísimo! Mañana la hago otra vez...
0 Che, tengo que aflojar con estas joditas
0 No puedo parar: ayuda!

4. Con qué frecuencia comprás cosas vencidas, equivocadas o al pedo:

0 Uff, siempre!
0 Uff, casi siempre!
0 Uff!

* Los resultados de este test revelan características recurrentes de personalidad, de ninguna manera excluyen otros rasgos, y se ofrece exclusivamente para fines de recreación.

Chinos

¡Lo que hice! Cuando voy al supermercado pienso en otras cosas. Irrelevantes, que capturan totalmente mi atención dispersa. Esta vez, en mi barrio sustituto pusieron un nuevo “chino”. Como de costumbre me olvidé la listita que había armado en mi casa sustituta. Empecé a recordar por grado de urgencia las cosas que tenía comprar. Espirales. No encontré, después le pregunto al chino dónde los mete. No me tengo que olvidar de preguntarle. Mejor le pregunto ahora. Cuánta luz! (primera dispersión) Cuántos tubos de luz. Nueve por cuatro. ¿Cuánto era nueve por cuatro? (segunda dispersión) Ah, ¡la mermelada! Reviso por precio, elijo una, la tengo en la mano, la estoy por guardar en mi canastita y LO HICE OTRA VEZ! se me escurrió de las manos y fue a parar justo debajo de los pies de un súper obeso. TODA la población compradora que estaba de cuerpo presente me miró. Empecé a transpirar por todos los agujeros. Creo que alcancé a decirle al gordo: perdón, mientras el tipo buscaba restos de vidrios en toda esa espesa masa de venas negras y grasa. Y se fue. Yo me quedé custodiando el vaso de mermelada roto, pero pensando: ¿ahora lo tengo que pagar? ¿Lo pago yo o lo paga el chino? ¿Cuál es la política para estos casos? ¿Cada chino tiene sus propias reglas? (tercera dispersión) Vino un chino, me dice: no toque, rompe. Con lo que no me quedó muy claro si lo decía en mi propio beneficio ( cuidado, se va a lastimar) o en el suyo propio (¡comprá y andate a la mierda!) Desaparecí por una ruta de góndolas menos iluminadas, pero a la caza de todas las miradas para nada compasivas que me seguían. Y no va que sacando una gaseosa de la heladera me ¡pegué una patinada espantosa! De culo al suelo sin amagues. Se me abrieron las dos piernas como un compás, la pollera hecha un bollo en la cintura. ¡Un dolor! El chino y el verdulero, en primer plano extendiendo sus manos para que me levantara. Me paré con el impulso de un resorte. Totalmente sudada. Con una angustia infinita. Fui a la caja. Pagué. Salí rápido y me olvidé los espirales...